Letra de médico

Publicado en la revista Linia RED el 23 de marzo de 2023. Publicado en español en la revista Scalae.

La catalana María Branyas, la persona viva más longeva del mundo […]

Sanatorio antituberculoso de Paimio (Finlandia, 1933). Foto: Alvar Aalto, arquitecto

Sanatorio antituberculoso de Paimio (Finlandia, 1933). Foto: Alvar Aalto, arquitecto

La catalana María Branyas, la persona viva más longeva del mundo con 116 años, aprovechó el pasado Día del Padre, para explicar en su cuenta de Twitter la historia de su progenitor, Josep Branyas, quien murió muy joven. A los 38 años de edad, le diagnosticaron una afección pulmonar grave cuando vivían en Nueva Orleans, Estados Unidos. El médico le recomendó un viaje por mar para sanar sus pulmones así que el señor Branyas decidió embarcarse de vuelta a Cataluña. Pero después de una larga travesía falleció a bordo, poco días antes de llegar a su destino.
Corría el año 1915 y era frecuente que los médicos recetaran ese tipo de cosas. A falta de avances como la vacuna de la tuberculosis, solían prescribir aire puro, ir a vivir cerca del mar o a alta montaña. Era la época de los sanatorios antituberculosos, con grandes ventanales y balcones para la curación al sol de los enfermos. La relación de esa enfermedad con la arquitectura moderna es innegable y ha sido extensamente estudiada por arquitectas como Beatriz Colomina, en numerosos libros y publicaciones.

Arquitectura y Salud han estado siempre íntimamente ligados. Uno de los primeros ensanches de Barcelona fuera de las murallas romanas, allá por el siglo XI, tuvo su origen huyendo de los azotes de la peste. El duque Guillem Ramón de Montcada hizo construir una serie de palacios con patios amplios y bien ventilados, que hoy conforman los edificios del Museo Picasso en la calle que lleva su nombre.
El Ensanche de Cerdà se construyó también por motivos de salud e higiene. Calles y fincas más anchas para evitar los estragos de la tuberculosis, una enfermedad pulmonar cuya causa sería descubierta pocos años más tarde por el doctor Robert Koch. Con estos descubrimientos, los médicos empezaron a recetar más vacunas. Remedios en forma de inyecciones y medicamentos. Y la arquitectura dejó de ser necesaria para la salud. Al menos de manera tan urgente y evidente.

Arquitectura y salud han estado siempre íntimamente ligadas

Pero entonces llegó la pandemia de 2020. Nos bastaron 100 días de confinamiento para darnos cuenta de la importancia de la arquitectura de nuestras viviendas. Y esta vez no es que las utilizásemos para sanar de la enfermedad, simplemente nos daban cobijo. Fueron, durante 100 días ininterrumpidos, el escenario de nuestras vidas.
La calidad ambiental de los espacios que nos rodean nos influye de manera directa. Por eso, el pasado 14 de marzo, en el programa de TV3 “Planta Baixa” (curiosa coincidencia arquitectónica*), el ex-consejero de Salud de la Generalitat de Catalunya, Josep María Argimón, haciendo balance de la pandemia y hablando de salud mental decía: “Yo lo que quiero es recetar vivienda. No son sólo medicamentos, se debe abordar de una manera más holística. El tratamiento es la vivienda”.

Pocas disciplinas cuentan con una ley específica que vigila por su calidad. La pandemia precipitó la aprobación de la “Ley de Calidad de la Arquitectura”, el pasado mes de junio de 2022. En su preámbulo, parte indispensable para entender el espíritu de una ley, se afirma lo siguiente: “La pandemia y los periodos de confinamiento asociados, han evidenciado la importancia del entorno físico que nos rodea para procurar salud, bienestar y calidad de vida.”

Por eso es inadmisible que la reciente aprobación de la LOSU, la Ley Orgánica del Sistema Universitario, reduzca la dedicación que los profesionales de la arquitectura venían ejerciendo desde hace tiempo como profesores. Ya en 2009, esta dedicación se redujo una tercera parte y hoy pretenden otra reducción igual. La enseñanza de la arquitectura en la universidad, contiene una parte imprescindible de transmisión del oficio. Un acompañamiento que emana de la experiencia de la práctica de la profesión y que se encarga a los profesores asociados. Recortar la presencia de los profesores asociados, es menoscabar la calidad de la enseñanza del oficio de la arquitectura.

Curiosamente la LOSU, hace una excepción a la dedicación de los profesionales en la enseñanza de ciertas disciplinas: Las Ciencias de la Salud; con la salud hemos topado. En lo que a salud se refiere, los profesionales pueden enseñar en la universidad las horas que sean necesarias. Y parece que los que han puesto esta excepción no se han leído ni el preámbulo ni el articulado de la “Ley de Calidad de la Arquitectura”. La Arquitectura es Salud.

La receta del ex-consejero Josep María Argimón* es clara. Pocas veces un médico había hecho tanto por la arquitectura.

Social