Paredes Maestras

Publicado en la revista Linia RED el 21 de febrero de 2023

Queridos alumnos, Este inicio de curso de primavera en la […]

Fachada de la Universidad de Barcelona.

Fachada de la Universidad de Barcelona.

Queridos alumnos,

Este inicio de curso de primavera en la universidad, vuestros profesores no van a asistir a clase. Hemos empezado una huelga en defensa de la universidad pública, en defensa de vuestra formación y de los legítimos derechos laborales de todos los profesores asociados. En esta lucha, nos gustaría contar con todos vosotros.

Como sabéis, la universidad representa la búsqueda de la excelencia. Es la más alta institución donde se deposita el conocimiento humano. A la universidad acudís las nuevas generaciones de estudiantes para adquirir esos conocimientos y para generar nuevos.

Decir que la aprobación de la nueva Ley Orgánica del Sistema Universitario (LOSU), pone en peligro la universidad pública, sin entrar en detalles, puede sonar alarmista y exagerado. Lo que es seguro es que es poco preciso y vale la pena explicarlo mejor.

Los diferentes sistemas económicos en el mundo, han dado modelos de universidad distintos. Hay países donde la universidad no existe y los hay donde sólo existe en manos de capital privado. Imaginaros eso: el conocimiento humano y sus avances, en manos exclusivamente privadas. No es de extrañar que, en esos países, sea tan costoso acceder, por ejemplo, a los últimos avances en medicina, o que se planteen colonizar Marte y quedárselo en nombre de sus accionistas.

El escenario que plantea la LOSU no viene de ahora. Desde el Proceso de Bolonia, allá por el año 1998, la universidad pública ha ido cambiando para adecuarse a un mundo globalizado que presiona desde muchos lados, tanto para homologar títulos y licenciaturas, como para acelerar carreras y “fabricar” perfiles profesionales a demanda del mercado. En los últimos años hemos asistido a un adelgazamiento de muchas carreras universitarias y a un posterior engrosamiento de masters y posgrados de pago. Esta formación posterior, más cara, acaba siendo imprescindible para tener un currículum competitivo y deja las titulaciones básicas, pagadas con dinero público, en papel mojado. Y los primeros perjudicados sois vosotros, los alumnos.

Los profesores asociados deberían ser las paredes maestras donde levantar la nueva universidad pública

Muchas carreras universitarias forman profesionales, personas que, además de aprender cuestiones teóricas, deberán ejercer una profesión en el mundo real. Podríamos compararlo con aprender un oficio: cirujanos, arquitectos, escultores o ingenieros que, según el mismo Proceso de Bolonia, deberían tener una formación práctica importante. Para ello, las universidades estatales han ido incorporando desde hace tiempo, la figura del profesor asociado: una persona que ejerce ese oficio de manera solvente, con cierto reconocimiento social y experiencia acumulada. Esas personas, los profesores y profesoras asociadas, ofrecen una parte de su jornada laboral, para garantizar esa transmisión del conocimiento teórico y práctico que debéis recibir los estudiantes.

Sin embargo, la universidad ha utilizado mal ese contrato durante mucho tiempo, abusando de él para incorporar profesores a un precio más bajo. Los profesores asociados deben firmar un contrato nuevo cada inicio de curso. Muchos encadenan 5, 10 o 20 años de contratos que no les da derecho a paro o a jubilación, dado que no es un contrato indefinido. Una situación ilegal, refrendada por varias sentencias judiciales, en la que La Unión Europea ha tomado cartas en el asunto, obligando al Estado Español, a regularizar la situación mediante la nueva LOSU.
La LOSU pretende convertir esos contratos en indefinidos pero, como siempre, sin aportar dinero. El ministro de Universidades, Joan Subirats, promete, sin que conste por escrito, que la financiación de las universidades, pasará del 0,7% al 1% del PIB. Sí, lo del 0,7% os suena de algo. Es esa limosna que podéis marcar en una casilla de vuestras matrículas, para destinarlo a países en vías de desarrollo. Pues así está la universidad en nuestro país: en vías de desarrollo.

Sin la aportación suficiente de dinero, es imposible convertir todos esos contratos temporales, en contratos con derechos laborales, así que muchos profesores asociados verán recortada su jornada laboral para que cuadren las cuentas, eso si no los echan a la calle. Vuestros profesores, que como estudiantes recibían 9 horas de clase semanales de una asignatura, hoy imparten la misma en 6 horas. La LOSU pretende que lo hagan ahora en 4. Como hagan lo mismo con la carrera de piano, os recomiendo un buen par de tapones para los oídos.

Las escuelas y facultades, deberían tener autonomía para que, asegurando mayoría de profesores a tiempo completo que dicta la propia ley, se pudiera contratar a profesores asociados, sin límite de horas semanales para atender a determinados estudios.

El espíritu de la LOSU no es maloDar seguridad laboral a sus trabajadores es deseable y es el requerimiento de Europa. Pero hacerlo limitando la jornada laboral de sus profesores asociados a 4 horas a la semana, es torpedear el edificio de la universidad, obligando a replantear planes de estudios, temarios de asignaturas y vidas personales de estudiantes y profesores.

Los profesores asociados, que durante muchos años han aguantado ese edificio, haciendo posible la enseñanza universitaria a un coste de saldo, deberían ser las paredes maestras donde levantar la nueva universidad pública.

Por eso, queridos alumnos, hoy os pedimos vuestro apoyo.
Dando por buena la frase de que “también se aprende en la universidad de la calle”, os esperamos ahí fuera.

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